La modernidad abre un periodo de
la historia en el que el conocimiento como método de obtención de la verdad se
convierte en un hecho factible. La ciencia y la filosofía -por medio de
Descartes y Newton entre otros- invita a pensar, entender y comprender el mundo
en base a regularidades provenientes de la relación causa-efecto,
secuencialidades, jerarquías, reduccionismos… Sin embargo, con el advenimiento de la
contemporaneidad la certeza del conocimiento y los modelos por los que se rige
comienzan a tambalearse inexorablemente. El paradigma de la complejidad
comienza a imponerse desde muy diversas maneras en otros tantos ámbitos del
conocimiento, como medio de no desvirtuar o mutilar la propia naturaleza de las
cosas. Dentro de este paradigma la Teoría del caos adquirirá una gran
relevancia.
Según Compàs el “caos” se refiere a una interconexión subyacente que
se manifiesta en acontecimientos aparentemente aleatorios, suponiendo a la vez,
estabilidad y continuo cambio, incerteza y contingencia, vida y muerte… Dentro
de un sistema caótico la inestabilidad puede surgir de la estabilidad y
viceversa. Dentro de los ejemplos más célebres de sistemas caóticos se
encuentra el tiempo atmosférico, el mercado de la bolsa o la interconectividad
neuronal del cerebro humano. No obstante, la sociedad, el ser humano, los
medios de comunicación y la cultura también suponen sistemas altamente
complejos y caóticos fuertemente interconectados. De ahí que podamos afirmar
que el hipertexto es el ser humano, puesto que en nuestra colectividad
constituimos una red de nodos interconectados. La Web, altamente interconecta y
abierta, sería una muestra evidente de todo ello.
Por ello cuando leemos la Teoría
del caos y la aplicamos al terreno cultural o social no nos queda más que
aceptar la presencia irremediable de la incerteza, pues aun con tendencias
deterministas, reguladoras y ordenadoras, los sistemas caóticos son imposibles
de determinar puesto que siempre están abiertos al desorden, la creatividad y al
indeterminismo. Un “vórtice” es una identidad diferenciada dentro de un sistema
que a la vez es inseparable del “río que la ha creado”. Indudablemente
podríamos estar hablando del individuo y de la cultura de la que proviene. La
paradoja de la individualidad está por tanto en este hecho de ser a la vez
particular y universal. Según Compàs la creatividad es lo que acontece en
nuestros pequeños o grandes momentos de empatía y transformación, los momentos
en los que entramos en contacto con nuestra auténtica experiencia individual, y
por tanto también universal, de la verdad. La creatividad supone introducir
caos en el orden, supone una desestabilización de lo “ordenadamente conducido”
que conlleva el acceso a otro momento de la realidad y de la verdad.
En cualquier sistema caótico por mucho que se pretenda la imposición del orden y del control siempre habrá elementos que desarticulen todo ello. Un vórtice minúsculo y aparentemente insignificante posee la capacidad de ”influenciar sutilmente”, de ser creativo, de desencadenar un sinfín de retroalimentaciones positivas y negativas… Una persona no puede por sí sola desencadenar un cambio pero sí puede desencadenar la retroalimentación de cambios de un sistema completo. Es por ello que el aleteo de una mariposa puede desencadenar una tempestad al otro lado del mundo.
Resulta sobrecogedor pensar en la gran cantidad de interconexiones que constituyen nuestra sociedad actual. Al igual que ocurre con los hipertextos, los conocimientos y las ideas de las personas subyacen a otros, y estos a otros, y a otros...filosofía en estado puro! Porque el conocimiento se construye de igual manera que nuestras neuronas se conectan con sinapsis que transfieren la información y la llevan de un lugar a otro de nuestro cuerpo. Grandes ejemplos los del texto, que nos llevan a ser conscientes de cómo hasta lo más lineal puede ser fruto de un conjunto de ideas interconectadas. Hoy en día hasta lo más simple parece provenir del caos más absoluto!
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